Prueba de velocidad lectora 4

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Fragmento de: Arlindo Yip, Daniel Nesquens

Arlindo Yip vive solo. Su casa es pequeña, sin apenas muebles. Se trata de un cuarto piso sin ascensor. Así que cuando el señor del butano, robusto él, tiene que su­bir alguna bombona, cierra los ojos y maldice entre dientes. Menos mal que Arlindo Yip le da una propi­na que el repartidor guarda en un bolsillo especial.

Una fría mañana de enero, Arlindo no disponía de monedas sueltas para la gratificación y pensó que no sería mala cosa obsequiar al vigoroso repar­tidor con un libro que había terminado de leer re­cientemente.

–Tome –le dijo Arlindo Yip.

–¿Un libro? ¿Para qué quiero un libro? ¡Más pe­so todavía! –se quejó, y con razón, el repartidor de bombonas a domicilio.

Arlindo Yip lo miró sorprendido, la respuesta de aquel hombre le había pillado fuera de juego. Se ras­có la cabeza, pensando qué contestar.

–No hace falta que lo lea. La verdad es que no cuenta nada nuevo. Ya sabe: pura palabrería. Pero seguro que se enamora de la protagonista. Es alta, morena, de ojos claros… Dulce, cariñosa, hermosa…

–¿Y sabe hacer huevos fritos con patatas fritas?

–¿Quién? –preguntó tontamente Arlindo Yip.

–¡Quién va a ser! La protagonista. Esa joven mo­rena, cariñosa…

–Perfectamente.

A partir de ese día el repartidor no se separó del li­bro. Aprovechaba las retenciones de tráfico, los semá­foros en rojo, las paradas en los stops, los trayectos en ascensor, su camino a casa para seguir leyendo. Leía como nunca antes lo había hecho.


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