2.º Secundaria

Prueba de velocidad lectora 4

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Fragmento de: Las aventuras de Tom Sawyer, Mark Twain

–¡Tom!

Silencio.

–¡Tom!

Silencio.

–¿Dónde se habrá metido ese muchacho? ¡Tooom!

La anciana se bajó las gafas y miró toda la habitación por encima de ellas; luego se las subió y miró por debajo. Rara vez o nunca miraba a través de ellas para molestarse en buscar algo tan pequeño como un muchacho, porque eran sus gafas de lujo, su mayor orgullo, y las llevaba para presumir y no porque le hicieran falta; para el caso podría haber visto con un par de arandelas de los fogones. Se quedó perpleja un momento y dijo, no con rabia, aunque con voz lo bastante alta para que hasta los muebles la oyeran:

–Como llegue a agarrarte te...

No terminó la frase, se agachó y con la escoba se puso a buscar debajo de la cama, de modo que precisó tomar aliento para asestar cada escobazo. Sólo consiguió hacer salir al gato.

–¡No he visto nada igual a ese muchacho!

Fue hasta la puerta abierta, se detuvo en el umbral y miró entre las tomateras y las matas de trompetillas del huerto. Ni señales de Tom. De modo que proyectó la voz en un ángulo calculado para que llegara lejos y gritó:

–¡Eeeeh, Tooom!

Se oyó un ruidito a sus espaldas y la anciana se volvió justo a tiempo para agarrar a un chico por el dobladillo de la chaqueta e impedir que huyera.

–¡Te he pillado! No se me ocurrió buscar en la alacena. ¿Qué hacías ahí metido?

–Nada.

–¿Cómo que nada? Fíjate qué manos, fíjate qué boca. ¿Qué es esa cochinada?

–No lo sé, tía.

–Pues yo sí. Ya te lo digo yo..., es mermelada. Te he dicho un millón de veces que si no dejabas en paz la mermelada, te despellejaría. Dame esa vara.

La vara se agitó en el aire. El peligro era inminente.


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