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Fragmento de: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Robert Louis Stevenson
No sólo llegué a comprender que mi cuerpo material no era más que el aura y refulgencia de ciertas potencias que componían mi espíritu, sino que conseguí elaborar una droga por medio de la cual estas potencias podían ser destronadas de su supremacía, y ser sustituidas por una segunda forma y compostura, no menos naturales en mí, ya que eran expresión y reflejo de los aspectos más viles de mi alma.
Vacilé mucho antes de poner a prueba esta teoría. Hacía mucho que había preparado mi tintura; en seguida compré, en un mayorista de productos químicos, una gran cantidad de cierta sal que, según sabía por mis experimentos, era el último ingrediente necesario; y bien entrada una infausta noche, combiné los elementos, observé cómo hervían y humeaban en la vasija, y cuando cesó la ebullición, en un inusitado arranque de valor, me bebí la pócima de un trago.
Me acometieron las angustias más atroces: un crujir de huesos triturados, una terrible náusea, y un horror en el alma imposible de superar ni en la hora del nacimiento ni de la muerte. Luego, aquellas angustias empezaron a apaciguarse rápidamente y volví en mí como si saliese de una grave enfermedad. Había algo extraño en mis sensaciones, algo nuevo e inefable y, por su misma novedad, de increíble dulzura. Me sentía más joven, más ligero de cuerpo, más alegre; notaba dentro de mí una impetuosa osadía, una oleada de turbulentas imágenes sensuales se sucedían vertiginosas en mi imaginación, como el agua en el caz de un molino, una disolución de las ataduras del deber, una desconocida, aunque no inocente, libertad de espíritu. Me di cuenta, en el primer aliento de esta nueva vida, de que era más perverso, diez veces más perverso, que estaba esclavizado a mi genio maléfico primitivo; y ese pensamiento, en aquel momento fortaleció mi ánimo y me deleitó como si fuera vino. Estiré los brazos, exultante por la novedad de estas sensaciones, y al hacerlo, de pronto fui consciente de que mi estatura había menguado.
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