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Fragmento de: El misterio de la caca de perro abandonada, Anna Cabeza
Las hermanas Coscorrón miraron la imagen al derecho y al revés y no encontraron ninguna explicación lógica a la presencia de aquellos dos hombres siniestros delante de la sucursal bancaria.
Dos hombres con cara de pocos amigos delante de una sucursal bancaria... Seguro que no habían ido allí a pedir un préstamo ni a pedir información sobre cómo conseguir una cubertería nueva ingresando diez millones de euros en una cuenta a plazo fijo.
Al cabo de pocos segundos...
–Eh, estos dos hombres han entrado en el banco–dijo Rosalía, que estaba cerca de la ventana–. ¡Y ahora salen a toda velocidad!
Cuatro narices se quedaron automáticamente pegadas al cristal.
–¡Tenemos que averiguar quiénes son! –dijo Carmen con tono enérgico.
–¿Y qué quieres hacer? ¿Salir y preguntarles si son unos gánsteres? –preguntó Rosalía.
Carmen se la quedó mirando y una expresión decidida se dibujó en su cara.
–¡Eh, ni se te ocurra! –se alarmó Rosalía.
Pero cuando Carmen tomaba una decisión, nada podía pararla. Empezaba a oscurecer y los dos hombres vestidos de negro se confundían con el paisaje. La farola de la calle parpadeaba y el viento soplaba cada vez con más fuerza. Un ambiente que no invitaba a salir de casa. Pero Carmen ya estaba fuera, señalándoles con su bastón...
–¡Eh, ustedes! ¡Sí, sí, ustedes! ¿No serán unos gánsteres?
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