4.º Secundaria

Prueba de velocidad lectora 2

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Fragmento de: La tuneladora, Fernando Lalana

Tras mucho meditar, decido comenzar mis investigaciones por el bloque de viviendas en que vive el desaparecido, que es lo que haría cualquier colega. Es que hoy no me siento creativo; no sé qué me ocurre. Debe de ser el hecho de tener pasta en el bolsillo, después de tanto tiempo. No hay nada peor para la agudeza intelectual que la bonanza económica. La creación pura siempre es fruto de la necesidad.

Al llegar a las inmediaciones del domicilio de Andrés Olmedo, compruebo que se trata del típico piso de protección oficial, absolutamente anodino, en la sexta planta de un bloque, idéntico a otros veinte edificios aledaños, situado en un distrito de nueva hornada llamado Puerta de la Tripería.

En lugar de subir directamente al piso de Andrés, decido dedicar un tiempo a merodear por los alrededores intentando aclarar mis ideas. Bueno, intentando tener alguna idea, primero, y aclararla, después.

Reconozco que tengo fama entre los compañeros de profesión de ser un tipo estrafalario. Lo cierto es que no puedo tomarme los casos como un mero trabajo. Sin pretender pecar de pretencioso, para mí la investigación criminal, más que un modo de ganarme la vida, es una forma de arte. Por ello, he renunciado a la típica rutina de intentar localizar posibles testigos puerta por puerta, o a las esperas interminables ante el domicilio de un sospechoso. Eso lo puede hacer cualquiera. Yo necesito encontrar el detalle significativo, el destello que me ayude a tirar del hilo conductor del caso desde un punto de vista inusual. Si no doy con ello, cualquier asunto, incluso el más apasionante, carece de atractivo y aun de sentido para mí. No sé si me explico. Seguramente, no.

Tras veinte minutos de búsqueda y análisis, el destello que andaba buscando brilla inesperadamente ante mí, ataviado con una minifalda de ésas que pueden confundirse con un cinturón ancho. Llega procedente de la cercana parada del autobús urbano, tiene el pelo largo y moreno, veinte o veintidós años de edad y entra pisando fuerte justamente en el portal de la casa del desaparecido, el número veinte de la calle Alcalde Juan Alberto.


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