Prueba de velocidad lectora 4

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Fragmento de: El tesoro de Barbazul, Àngels Navarro

El camino de regreso tampoco fue fácil, tuvo que ir regalando partes del botín para deshacerse de los prisioneros o para pedirles que lo guiaran hacia la salida. El camino resultó tan largo y fueron tantos los hombres que encontró que, cuando llegó a la playa donde tenía el bote, vio que en el cofre solo quedaban unas pocas monedas de oro. Lo había regalado todo a unos hombres avariciosos que nunca saldrían de aquella isla y a los que, por lo tanto, el tesoro no les serviría para nada. Entonces se dio cuenta de que había resultado más interesante la proeza de conseguirlo, que el propio tesoro.

–Qué se le va a hacer– suspiró Barbazul mirando a Musgo–. Mi tesoro es lo que soy y lo que soy capaz de hacer con lo que tengo: un barco, un viejo bote de madera, una caña de pescar, un catalejo, te tengo a ti, Musgo, una cabeza que me sirve para pensar y unas manos que me sirven para trabajar.


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